Fue durante la edad media que se le dio uso a través de las “empulgueras” o “aplastapulgares” un método de tortura en el que se hacía girar una especie de tuerca sobre un tornillo con el objetivo de aplastar los dedos de un individuo.
Durante el siglo XVI aparecieron los tornillos de madera y su uso se extendió a las máquinas de guerra. Debido a que eran fabricados de manera artesanal su tamaño variaba de uno a otro. Con la llegada de la Revolución Industrial comenzó la producción en masa de los tornillos, aunque aún hacía falta la estandarización de los tamaños.
Otro de los nombres relevantes dentro de la historia del tornillo es el del inglés Joseph Whitworth quien en 1841 sugiere una rosca universal para todos los tornillos, independientemente de donde se hubiesen fabricado. Gracias a ello es que su uso se hace más confiable.